jueves, 1 de agosto de 2013

A la pacha

En Agosto, como siempre lo hizo, el primer día del mes, Awaq limpió la casa entera, preparó té de ruda y regó de yuyos: chacha y pupusa, todo el ambiente. Su hombre ya se había ido, temprano. Con la mochila llena de ofrendas, dispuesto a alcanzar con piedras la bendición de seguir caminando. Awaq salió después, tapada no con ponchos, sino con las alfombras que había tejido para el solsticio de invierno. Al cruzar la plaza vio a su abuela. La paseaban en el carro entre las casitas coloradas, rociando de polvo, cantos y alcohol a todo el gentío. La miró, agradecida por sus enseñanazas y siguió camino hasta el cruce, balanceándose, con el peso ya inquieto en su vientre. Lo contuvo, fue hasta el abra, el punto más alto del camino, donde él la esperaba.

Ahí estaba, otra vez. Abrió los ojos y un zurco de tierra.

Estaban los dos solos. Esperando. Awaq sentía que ése era el momento en el que se regaría de piel, de agua y de sangre, todo el suelo. Con las piernas abiertas, abrió los ojos más que nunca al cielo, secándose. Iba enrojeciendo, empezaba a brotar de su cuerpo. Brotaba de ella hilos de tierra y carne. Cambiaban de color. Ya estaba solamente a medias, adentro. Awaq siguió abriéndose, más allá de sus espacios, volviéndose grieta. Con los ojos sequísimos, lograba llorar, acompañar, inducir al que ya casi no estaba adentro. De la tierra brotaba polvo. Algo caliente, rojizo, empezaba a vertirse sobre ella, y se erizaba. Así le abría paso, se hacía más suave.

Recién entonces aparecieron las manos ásperas del hombre y sus dientes raídos. Mordió el hilito de piel para separarlas y tomarla entre sus brazos. Vida, mujer y tierra. Ellas estaban con los ojos abiertos. Las tres, regaditas de sal, de dulce rojo sangre. Savia y carne.

Entonces, la mujer, ya no sólo tejedora, se levantó. Su hombre le entregó la vida. Awaq no limpió los cueros, no dejó de vertir sobre el zurco, su agua. Él sirvió entonces a la pacha. Cigarrillos, vino, chicha y hojas de coca. Después la invitó a su morenita a que hiciera lo mismo. Ella entonces ofrendó otra vez, con el brazo con el que sostenía la nueva vida, su mejor telar. Agradecida, susurró para la pacha.




1 comentario:

anaranjada dijo...

el blog de Viajer Editorial invita a leer el cuento COMPLETO:
http://viajeraeditorial.blogspot.com.au/2013/08/lectura-en-ecunhi-maria-florencia.html

botellas girando en un barril